¿Qué es La Santa Compaña y de
dónde procede?
La Santa Compaña es una asamblea
de almas en pena que sale a las doce de la noche de la iglesia del lugar y
recorre procesionalmente diversos puntos de la parroquia, visitando aquellas
casas en las que se producirá en breve una defunción.
Es una de las muchas leyendas
sobre el tema de la muerte que hay en Galicia, y a pesar de que no
se encuentran testimonios escritos sobre ella hasta el siglo XIII, para hallar
sus orígenes hay que remontarse a tiempos ancestrales y a distintas
tradiciones:
- Por un lado, a la tradición folclórica
europea (al parecer de origen germánico, pero existente tanto en el
mundo anglosajón como en el escandinavo) de la cacería salvaje: un
grupo fantasmal de cazadores (muertos, espectros, almas en pena)
que acompañados de caballos y perros rastreadores emprenden una
desenfrenada persecución por cielo y tierra, y que eran un presagio de
muerte (la de aquel que los hubiera visto) y catástrofe (plagas, guerras).
- Las personas que se encontraban con estos cazadores, tenían dos opciones: o arrojarse al suelo y dejar que pasen sobre ellos, sintiendo en sus espaldas los cascos de los infernales caballos, o ser arrastrados por ellos, corriendo el riesgo de perecer y acabar formando parte de tan siniestra comitiva.
- Por otro lado, al legado neolítico de que existe
vida más allá de la muerte y a la tradición celta: pues para
ellos, en las horas de oscuridad, es cuando están más próximos el mundo de
los vivos y el de los muertos.
La Iglesia Católica jugaría
también un papel importante en la formación y consolidación de esta leyenda, al
adaptar al cristianismo las costumbres celtas e intentar erradicar el paganismo
de estas tierras en las que la magia ha jugado siempre un papel tan importante.
Así, en un intento de dotar a estas procesiones de difuntos de un aura más
espiritual, dulcificarían la idea de la cacería salvaje a favor de una comitiva
de ánimas cristianas que vagan en busca de compañeros.
¿En qué consiste la leyenda de la
Santa Compaña?
Normalmente, las ánimas circulan en dos hileras,
generalmente envueltas en sudarios blancos, (en algunos dibujos pueden
encontrarse de negro), con las manos frías y los pies descalzos. Suelen llevar
en sus manos una luz, ya sea una antorcha, una vela o un candil, pueden ser
incluso huesos encendidos. También es frecuente que vayan tañendo pequeñas
campanas y que dejen a su paso un tenue olor a cera acompañado de un suave
viento (señales que nos permiten saber que la comitiva está pasando). Al frente
va un espectro de mayor tamaño, llamado Estadea.
La procesión ha de ir encabezada siempre por
un vivo, el cual porta una cruz y ha de guiar a las ánimas por los caminos
de la comunidad, desde el cementerio hasta la casa de las víctimas previamente
elegidas. Este guía es la primera
persona con la que se encuentran, normalmente en una encrucijada de caminos (es
más probable que esto sucede en la Noche de San Juan o en Samain),
que es obligada a incorporarse a la comitiva, llevando, además de la cruz, una vela que le entrega uno de los
espectros y un caldero de agua bendita, y estando obligada, además, a no
volver nunca la cabeza hacia atrás. El vivo solo puede librarse de la pena
entregando la antorcha, como si fuera un relevo, a otro viandante que se
encuentren en el camino o bien haciendo un círculo en el suelo, con una rama de
olivo bendecida en el domingo de Ramos (porque es la única que preserva de las
asechanzas del demonio), y encerrándose en él.
Como toda leyenda, la que nos ocupa ha tenido
también diferentes versiones: algunas señalan que entre los miembros de la
comitiva figuran tres vivos: el guía (que porta la cruz y el caldero), el
campanillero y otro que cierra la procesión y que es el que va a morir. En
otras, las ánimas portan un ataúd abierto en el que yace el próximo
difunto.
Se cree también que el condenado a hacer de guía en
esta fúnebre procesión no recuerda nada durante el día, y que va enfermando
poco a poco hasta que muere. Sus vecinos pueden saber que está condenado por su
delgadez y palidez extremas, pues cada noche su luz es más intensa y cada día
su palidez es mayor; como no se les permite descansar ninguna noche, su salud
se va quebrando poco a poco hasta que mueren, y por ello se cree que quien se
encuentra con la Santa Compaña es porque le queda poco tiempo de vida.
No todos
los mortales pueden ver a la Santa Compaña. Según la tradición, solo
ciertos “dotados” pueden hacerlo: aquellos que de niños fueron bautizados por
error con el óleo de los difuntos.
¿Por qué las ánimas de los muertos vagan por
los caminos buscando a los vivos?
Hay
varias respuestas para esta preguntas, en función de la versión de la leyenda
que se esté manejando. Entre las más habituales figuran:
1. Porque vienen a reclamar el alma de alguien que morirá en poco tiempo después de esta aparición.
2.
Porque vienen a reprochar a los vivos los errores que han cometido o están
cometiendo.
3. Porque
son un presagio de muerte, y como tal lo que hacen es comunicar la muerte de
algún conocido al que presencia la procesión.
4. Porque
necesitan que sus familiares vivos celebren misas en su honor y cumplan por
ellos aquellas promesas que murieron sin realizar.
5. En relación con la causa anterior, también se
aparecen cuando alguien ha fallecido en pecado, habiendo cometido algún
mal, y se le ha castigado en el más allá, pues el mal que haya causado ha de
ser restituido para que el alma pueda entrar en el cielo. De lo contrario, queda
condenada a vagar por los caminos efectuando el llamado requerimiento:
consiste en requerir a un vivo para que este cumpla las promesas y repare
los daños del difunto, ofreciendo también misas u otros actos religiosos en su
nombre.
Para entender estas dos causas hay que acudir también a la tradición religiosa. Antiguamente, se enterraba a la gente con un hábito cerrado que era la vestidura necesaria para entrar en el cielo y en el purgatorio, pero ese mismo hábito era también el que impedía al alma hacerlo si quedaba alguna culpa pendiente, por lo que sin que le "rasgaran el hábito" no podían salir de su pena eterna y era entonces cuando se aparecían a los vivos.
Había también un ritual para estos casos: lo que los sacerdotes hacían entonces era trazar dos círculos, uno en la tierra y otro en el cielo, y una cruz protectora, rasgarse las vestiduras (el hábito que lleva puesto, de ahí el origen de esta expresión) para que pueda salir la pena que lo atormenta y cuente lo que hay que hacer para liberarlo.
¿Cómo
pueden los mortales protegerse de la Santa Compaña?
Antiguamente, al final de la misa, el sacerdote decía unas oraciones para proteger a los fieles de estas apariciones. Además de eso, la tradición popular añade cosas como llevar encima escapularios, objetos sagrados, ajos o castañas de indias.
Todo
eso a modo de prevención, pero cuando la procesión de almas está en las
proximidades, lo mejor es no asomarse a las ventanas, pues si nos ven querrán
entregarnos un cirio blanco para que se lo guardemos, volviendo al día
siguiente a recogerlo y arrastrando con él a aquel que se lo ha guardado.
Si a pesar de todas las precauciones anteriores, topamos con la procesión y queremos salvar nuestra alma, hay que hacer lo siguiente:
Apartarse de su camino, no mirarles y hacer como que no se les ve.
Hacer un círculo en el suelo con la estrella de Salomón (6 puntas) o una cruz dentro, meterse dentro de este círculo, rezar y no escuchar su voz. Coger algo, para no poder coger la cruz e incluso hacer con las manos alguna señal como los cuernos o la "figa", y, por supuesto, no coger nunca la vela que nos ofrezcan. Según la tradición popular, también es útil subir los escalones de un cruceiro y exhibir una cruz en el caso de que se lleve este tipo de amuleto.
Para saber más sobre otras tradiciones relacionadas, como La Güestia, y otras procesiones fantasmales, escucha este audio:
Un artículo muy claro y documentado. Es la primera vez que veo tu blog pero daré un vistazo al resto de articulos.
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