jueves, 3 de diciembre de 2015

"Un hombre detrás de la lluvia", de Luis Quiñones

En su tercera incursión narrativa, el escritor madrileño Luis Quiñones se convierte en uno más de los personajes de un relato cuyo objetivo parece ser novelizar la vida de Oswaldo Mitto, un anciano que se pone en contacto con él de una manera un tanto sorpresiva para pedirle que lo haga, que él, sempiterno escritor en ciernes, se convierta en el biográfo de quien pudo haber sido un asesino... pero no lo fue.

Utilizando como telón de fondo los convulsos años de la Guerra Civil Española y la inmediata Segunda Guerra Mundial, las supuestas entrevistas entre el Luis Quiñones personaje de ficción y el anciano señor Mitto nos llevan hasta un París difuminado tras la lluvia que va a ser testigo directo de los hechos narrativizados: lo que en principio se muestra como la historia de un crimen va a ser transformado, a través de la palabra y el pensamiento, en una historia de amor que ha marcado toda una vida…

Pero más allá de la anécdota novelesca, Luis Quiñones hace en esta novela un verdadero ejercicio de estilo metaliterario: desde la forma de componer un relato con todos sus elementos hasta el alarde de lenguaje poético que constituye, desde mi punto de vista, el plato fuerte de la obra. Y es que la poesía emana desde la primera de sus palabras hasta los evocadores versos vertidos en susurros en la distancia que sólo permite la más estricta intimidad:

“En la noche del corazón
la gota de tu nombre lento
en silencio circula y cae
y rompe y desarrolla su agua”.

 Y al leerlo, al sumergirme en los recuerdos de Oswaldo Mitto, no puedo evitar que vengan a mi cabeza aquellos otros versos cargados de la melancolía propia de aquello que se añora, del amor y, como no, de la propia poesía:

Te recuerdo como eras en el último otoño.
Eras la boina gris y el corazón en calma.
En tus ojos peleaban las llamas del crepúsculo.
Y las hojas caían en el agua de tu alma.

Apegada a mis brazos como una enredadera,
las hojas recogían tu voz lenta y en calma.
Hoguera de estupor en que mi sed ardía.
Dulce jacinto azul torcido sobre mi alma.

Siento viajar tus ojos y es distante el otoño:
boina gris, voz de pájaro y corazón de casa
hacia donde emigraban mis profundos anhelos
y caían mis besos alegres como brasas.

Cielo desde un navío. Campo desde los cerros.
Tu recuerdo es de luz, de humo, de estanque en  calma!
Más allá de tus ojos ardían los crepúsculos.
Hojas secas de otoño giraban en tu alma.


En resumen, una novela para sosegar el ánimo  y dejarse llevar por los caminos a los que sólo la palabra poética es capaz de llevarnos. Disfrútenla.

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