martes, 26 de marzo de 2013

Los monstruos en la cultura occidental: de Grecia al cristianismo


La lucha contra lo monstruoso es un tema recurrente en los cuentos y leyendas tradicionales, puesto que, como hemos visto, forma parte de una de las grandes preocupaciones del ser humano: erradicar el mal. Es por eso que para encontrar sus orígenes hay que remontarse a la mitología, donde nos presentan a los monstruos como un producto de la ira de los dioses, o como hijos bastardos de las deidades, recogiéndose más tarde también en los bestiarios medievales. A la casta monstruosa se adscriben vampiros, elfos, enanos, duendes, brujas… seres errantes y malditos, condenados a pagar su delito, su diferencia.

Estos monstruos se pueden dividir en varios tipos: los híbridos, que se componen de partes de otros animales o seres humanos; aquellos que tienen su origen en metamorfosis, casi siempre provocadas por un castigo divino; y los que simplemente tienen cualidades corporales fuera de lo normal. La lucha contra ellos podemos encontrarla a lo largo de la historia, en culturas y civilizaciones diversas de todo el mundo.

El monstruo en la tradición clásica

En la antigua Grecia, los monstruos vivían en lugares apartados, en los que reina lo desconocido, exóticos, lejanos y de difícil acceso, y forman parte en la mayoría de las ocasiones de las grandes pruebas que los héroes tienen que superar. Los monstruos suponen una amenaza para las polis griegas, pues son lo diferente, lo extraño, y el héroe debe enfrentarse a ellos para restablecer el orden, el equilibrio.

Para mostrarnos esa diferencia, los monstruos griegos carecían a menudo de apariencia humana, presentándose como seres híbridos que combinaban partes de diferentes animales, o de hombre y animal (como el Minotauro). Era además muy frecuente que vinieran caracterizados por rasgos físicos como una larga cola o un cuello en forma de serpiente. 

Entre estos monstruos clásicos figuran: la hidra, la quimera, el Can Cerbero, Arpías, Sirenas, León de Nemea, el dragón de la Cólquide, la Medusa o la Esfinge, entre otros.

El monstruo en la tradición cristina. Su desarrollo en la Edad Media

La tradición cristiana no es ajena al tema que nos ocupa, y ya la misma Biblia aparece salpicada de un nutrido grupo de terribles criaturas y bestias míticas: Behemoth, las langostas de Abbadon, las bestias de Daniel, el Leviatán, etc.

Dando el salto a la Edad Media, apreciamos que para el hombre medieval los monstruos tuvieron un gran atractivo, tal y como podemos deducir por la importancia y difusión que tuvieron los bestiarios.  Suelen ser seres híbridos, mezcla de distintos animales que sí existían, pero de cuya mezcla surgen bestias imposibles que entran dentro de lo fantástico. Pero no sólo de híbridos se nutre el bestiario medieval, a la hora de construir los monstruos se seguían otros procedimientos como: eliminar algo esencial (la cabeza, los rasgos de la cara, algún miembro…), multiplicidad anómala de sus miembros, excesiva grandeza o pequeñez, mezclas con vegetales o minerales, seres andróginos, salvajismo, etc.

¿Qué significado se atribuye a estos seres?


Hay dos grandes teorías al respecto:
  • La de los iconografistas que defienden que no son más que simples motivos decorativos
  • La de quienes afirman que representan esotéricamente la vida religiosa o moral, revelando complejos psicológicos primitivos, en la línea de lo que establece Jung sobre el inconsciente colectivo.

En cualquier caso, lo que está claro es que las bestias medievales formaban parte de la labor catequizadora, destinada a instruir a través de las imágenes a una población analfabeta a la que había que inculcar los valores cristianos y el miedo al pecado, utilizando para ello la imaginería del infierno, que se representaba como la boca de un monstruo con las fauces abiertas y dentadas. Muchos críticos han visto en ello la influencia oriental, sobre todo en lo que se refiere a la escatología musulmana, y buscan las raíces de los monstruos cristianos en la antigua Mesopotamia.

No debemos olvidar tampoco que en la época se seguía también la concepción del feísmo, como parte de la teoría de la belleza artística: la estética de lo monstruoso, que a la vez seduce y repugna, tal como afirmaba el propio San Bernardo: «deformis formositas ac forma disformitas».

Siglos más tarde, los románticos recuperarán la figura del monstruo desde una nueva perspectiva. Los resucitan y reelaboran para convertirlos en patrones de rebeldía, amor y salvación (Frankenstein, La Bella y la Bestia, Cuasimodo), paralelamente al surgimiento de un nuevo patrón estético: la denominada estética de lo feo (con Baudelaire a la cabeza) y la importancia que va a cobrar el mundo interior frente al materialismo de lo externo.

Para saber más sobre el significado del monstruo para el ser humano, su desarrollo en otras culturas, y casos reales como la famosa Bestia de Gevaudan o el Chupacabras, pincha en este enlace:




2 comentarios:

  1. Me parece muy interesante este tema. Es como el libro que engancha desde el principio y quieres más.

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  2. Pues no te preocupes que dentro de un tiempo habrá una segunda entrega, más centrada en mitología. Gracias por tu comentario Ruth :)

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