La narrativa española posterior al año 1975 supone una reacción contra el experimentalismo de
la novelística anterior: se vuelve a la narratividad
porque lo que se desea, por encima de todo, es contar historias. Esto se traduce en los siguientes aspectos:
· * Se
simplifican las estructuras narrativas, eliminándose la forma de “puzzle”
característica de la etapa anterior.
· * Recobra su importancia
el argumento y los personajes. Se cuenta una historia completa y cerrada.
· *Se vuelve al tipo de narrador tradicional, en primera o en tercera persona, pero sin
mezclar ambas y sin utilizar la segunda persona.
· * Se
abandona el discurso ideológico o político.
· * Se retorna
al realismo, si bien este se amplía a nuevos horizontes, en los que tienen
cabida lo onírico y lo fantástico (como elementos que también forman parte de
la realidad).
Más allá de estos rasgos, si hay
algo que caracteriza a la narrativa
española contemporánea es su pluralidad.
Los viejos géneros se retoman y se renuevan, dando lugar a todo tipo de “neos” (principalmente, neorrealistas) y
cobra importancia el tema de la Guerra
Civil y sus consecuencias.
Como géneros destacados, cabe
mencionar la novela histórica (Arturo
Pérez Reverte), la policíaca o de
intriga (en la que destacan grandes autores como Eduardo Mendoza o Antonio Muñoz Molina) y la fantástica (Ana Mª Matute,
con obras como “Olvidado rey Gudú” o
Alberto Sánchez Piñol, con títulos
como “La piel fría”, encajarían
dentro de este género que presenta numerosas variantes).