Los procesos
por brujería de Salem tuvieron lugar en el estado norteamericano de Massachusset
entre los años 1692 y 1693. Era una época de incertidumbre política, con una
población sometida a impuestos exorbitantes, ataques continuos de los piratas a
los comerciantes y enfermedades que causaban estragos, como la viruela. Además,
sus habitantes se disputaban la propiedad de la tierra y vivían dentro del
estrecho mundo evangélico: el clero administraba las leyes de Dios y de la
tierra, nadie ponía en duda la creencia en lo sobrenatural y todas las
desgracias que sucedían eran atribuidas a Satanás.
El origen
de los juicios de Salem está en un grupo de jóvenes que se reunían en casa
del reverendo Samuel Parris para escuchar las historias tradicionales de
las Indias Occidentales que les contaba Tituba, la esclava del clérigo.
Entre ellas se encontraban Elizabeth Parris, la hija del clérigo, y Abigail
Williams, su sobrina, que quedaron tan impresionadas por dichas historias
que comenzaron a sufrir ataques, con sollozos y convulsiones incontroladas.
En
realidad, las jóvenes, de sólo 9 y 11 años, educadas en ese asfixiante clima
evangélico, lo que hacían era manifestar un comportamiento rebelde y desafiar
al mundo de los adultos con una actitud de desobediencia y anarquía: arrojaban
la Biblia de un extremo a otro de la habitación, interrumpían las oraciones
poniéndose a chillar y patalear… Estos comportamientos, en una sociedad tan
puritana, eran considerados como obra del Demonio, y a los adolescentes
rebeldes, por tanto, como seres embrujados.
La
histeria se desató, contagiando a otras jóvenes de la localidad, como Ann
Putmann, que comenzaron a sufrir
también ataques. Las cabecillas del grupo eran un grupo de 8 muchachas,
entre los 12 y los 20 años de edad, que fueron calificadas por uno de los
acusados como “ocho perras brujas”.
Muy
pronto, las jóvenes comenzaron a acusar de brujería a sus vecinos, siendo
precisamente Tituba, la esclava negra, la primera inculpada y la
primera en declarar ante los jueces que “los espectros de los
vecinos intentaban ganarlas para la causa del diablo”. A ella le siguieron
aquellas personas más débiles o las que generaban más antipatía entre la
comunidad: una mendiga, una tullida casada en terceras nupcias, mujeres que
tenían hijos ilegítimos, etc.
El
proceso por brujería en Salem se iniciaba con un interrogatorio por parte del juez, que preguntaba
a los acusados sobre el espíritu diabólico con el que había firmado un
pacto, por qué hacía daño a las niñas y
qué o a quién utilizaba para ello. Como con estas cuestiones no se conseguían
las pruebas necesarias para poder condenar a los acusados, se dio entrada a
otros medios de prueba:
-
Los ataques que sufrían las jóvenes durante los juicios,
así como las predicciones que ellas mismas realizaban.
-
La prueba espectral: una víctima inocente aseguraba
que el espíritu o espectro del sospechoso les atormentaba.
-
La prueba del tacto: cuando las chicas sufrían ataques,
los sospechosos se colocaban en fila y las tocaban. Si se calmaban, la persona
que las había tocado era bruja.
-
La tortura y la intimidación.
-
Las confesiones en cadena de los acusados
150
personas fueron acusadas durante los procesos. De las cuales sólo se procesó
y condenó a muerte a 31. No ahorcaban a las víctimas de Salem por
decir que eran brujos, sino precisamente por lo contrario: por negarlo, pues la
confesión equivalía al indulto. Por ello, de los 150 acusados confesaron 55,
con el fin de obtener el perdón.
Diez
años después de las ejecuciones, los jueces reconocieron la terrible actuación
del tribunal y expresaron el deseo de aceptar su responsabilidad y pedir
perdón, apoyando la petición de rehabilitación para los brujos
supervivientes (que seguían expuestos a la infamia y la vergüenza pública).
El Tribunal Supremo ratificó la ilegalidad de las pruebas espectrales y
en 1711 cambió la situación legal de 22 de los treinta y un condenados. La
rehabilitación de quienes no tenían ni parientes ni amigos tuvo que esperar 150
años, y en 1957 se redimió definitivamente a quienes no habían sido incluidos
en actas anteriores.
Los
procesos constituyen un buen ejemplo de cómo pueden desmoronarse la mente y la
voluntad bajo las presiones de la cárcel, las preguntas capciosas y las
torturas y por ello se ha utilizado tanto en política como en literatura como
una advertencia contra los peligros del fanatismo religioso, las falsas
acusaciones y la intromisión de los gobiernos en las libertades individuales.
Para saber más:
Hola, me llamo Carlos y soy un compañero tuyo del curso. Me parece un artículo muy interesante. Algo conocía de la historia a través de la película La letra escarlata (el libro no me lo he leído). Es sorprendente que diez años después de las ejecuciones el tribunal reconociera su error. En España la Inquisición nunca reconoció los suyos y no fue abolida hasta el 1834. Terrible ¿verdad?
ResponderEliminarHola Carlos, muchas gracias por tu visita y por tu comentario. Sí, sorprendente y terrible, como tantos episodios de la Historia de los que parece que no aprendemos. Los juicios de Salem vienen muy bien recogidos en la película El Crisol, que se basa en la obra de Arthur Miller y cuenta con Winona Ryder y un espléndido Daniel Day Lewis en el papel de John Proctor; muy recomendable.
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