En este plano de análisis, nos centraremos en los siguientes aspectos:
a) El estilo del texto, en función de que predomine el Sintagma Nominal
(estilo nominal, por lo tanto, que dará como resultado un texto estático, con
un ritmo narrativo lento. Es más propio de textos de carácter descriptivo), o
el Sintagma Verbal (estilo verbal: textos con mayor dinamismo y acción).
b) Los tipos de palabras que forman el sintagma nominal:
a. Qué tipo de sustantivos abunda: propios, comunes, concretos,
abstractos, etc.
b. La abundancia o escasez de adjetivos y su tipo (especificativos o
epítetos). Observar si hay diminutivos o despectivos por el matiz que estos
aportan.
c. Otros complementos del nombre (sintagmas preposicionales, oraciones
subordinadas…)
c) Los tipos de palabras que forman el sintagma verbal:
a. Qué tipo de verbos se utilizan (de acción, de estado, de movimiento…) y
en qué tiempos y modos verbales se emplean (indicativo para una mayor
objetividad, subjuntivo para expresar deseos, imperativo…)
b. Adverbios: que permiten situar el texto en un tiempo y un lugar
determinados. Esencial en el caso de textos narrativos.
d) Los pronombres, fundamentalmente los personales.
e) Tipo de oraciones que predominan en el texto.
f)
Figuras literarias en este nivel:
anáforas, epíforas, anadiplosis, polisíndeton, asíndeton, paralelismo, enumeración,
hipérbaton,… Justificando siempre el uso que se le da.
Consulta tus dudas sobre figuras literarias en este enlace: Figuras literarias
Desde el punto de vista morfosintáctico, hay que destacar la
relevancia de los sintagmas nominales, encabezados por la repetición de
sustantivos claves en el poema: fuego, gusano, espejo y carne, acompañados de
numerosos adjetivos especificativos que expresan el pesimismo y la desesperanza
que el yo lírico pretende transmitir desde el primer verso: curvo, torcido,
sucio, fantasmal, amarga, helada, paralítica, grotesca y ciego.
Es también significativa la presencia de determinantes
posesivos de primera persona, sobre todo en la última estrofa encaminada a
remarcar la idea final del poema, que no es otra que la negación del yo y la
nada absoluta, principio y fin del poema.
En contraste con este estilo nominal predominante y basado
en figuras de repetición, se aprecia la escasez de verbos, muchos de ellos
suprimidos, dando lugar a estructuras nominales yuxtapuestas. Las formas
verbales que aparecen están mayoritariamente en presente de indicativo, reflejo
del estado actual del poeta, pero en el verso diecisiete, antesala del de
conclusión, surge ese cantaba, en pretérito imperfecto, que marca un pasado que
ya no volverá, un pasado que hay que destruir y que no es otro que el amor
simbolizado en un mirlo ciego que antaño anidó en esa jaula grotesca que es el
cuerpo del poeta. Ese tiempo pasado pero cercano viene además intensificado por
la presencia del adverbio temporal que lo acompaña: ayer.
Destaca en este nivel de estudio la abundancia de figuras literarias
que contribuyen a estructurar el poema, como la epífora, repitiendo al final de
distintos versos los términos espejos, fuego y ciego (siendo especialmente
significativa la del mirlo ciego de los últimos versos); y la anadiplosis,
con la repetición de las palabras pez y rey en los versos diez, once y doce. Tremendamente
importante es el paralelismo, destacando el antitético del primer verso, cuya
estructura con algunas ampliaciones va a volver a repetirse a lo largo de todo
el poema: todo para el fuego – todas mis pertenencias para el fuego – al fuego
todo – nada para el gusano de la tierra. Junto a él, es también relevante el
paralelismo establecido en el verso catorce: mi carne helada, mi carne
paralítica.
No hay comentarios:
Publicar un comentario